Nadie podrá deslizar con suavidad la fina media por la pierna como lo hacía Anne Bancroft. No existe otro Kovalsky capaz de lucir una simple camiseta sudada y, según me cuenta un primo mío que es biológo y sabe de mucho del cambio climático, la más felina de todas las gatas será por siempre jamás santa Elizabeth Taylor. Aclarado ésto, anuncio que he visto a un maduro Michael Caine intentando doblar el brazo de sir Laurence Olivier. Y para que no se me acuse de adicto a la tercera edad, que cada vez es más la primera, proclamo que su pupilo Law, el de Closer, Ripley y Could Montain, no pasa desapercibido con esta propuesta renacentista y algo yuppie de su Milo Tindle.
A partir de aquí un crítico relamido diría que "asistimos a un duelo de titanes en toda regla", frase lapidaria digna del mejor Fotogramas. Anotaría el cinéfilo que el omnipresente Brannagh nos deleita con su peculiar visión, mucho más arriesgada y vanguardista que su predecesora. Un buen final para la crítica sería éste: ayudado por su particular manejo de la cámara, el director de "Los Amigos de Peter" realiza un remake que, como mandan los cánones, sólo recuerda al original en el titulo, algún giro de guión y ciertas sutilezas para mantener viva la memoria del admirado Mankiewicz.
Gracias a Pinter, anoto yo, la historia parece más acorde a este tiempo. Por cierto, a falta de presupuesto para caviar, me conformo con unas huevas muy dignas que encuentro de vez en cuando en cierto Seven y eleven. Todo, incluso los manjares, tienen su momento. Que os aproveche.
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