El pasado jueves, a la sombra de un Gin tonic, escuché atentamente tus historias, esas con la que desnudas tu corazón. Los acordes de una guitarra mezclados con tu voz me dejaron con una cara de bobo que ni el agua del manzanares pudo limpiar. Me convertiste en un naufrago, un aprendiz disciplinado y sobretodo... un yonqui de tu intimidad que subió a un taxi dorado con parada en tu corazón. Allí robe tus alas de gigante para hacer largo un viaje lleno de tonos agudos y grabes, de música con presencia, personalidad y un sello propio, que desembocó en una playa por la que caminé como un ciego guiado por tus pasos.Fue una grata experiencia pero al regresar a casa tuve la extraña sensación de haberme dejado algo por el camino, así que volveré este sábado a la sala Galdós para intentar recuperar algo de la maestría, valentía y aplomo con la que Marta Tchai afronta cada uno de sus conciertos.
Ángel Caballero
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