Por el título pensé que sería una de esas pelis que en el videoclub colocan en la estantería de “Románticas” en las que hay muchos besos, muchos guapos y muchas fiestas. Tampoco hubiera estado mal pero nada que ver. El título original es “El hijo del tendero”. Parecido… eso sí, estamos en la Provenza y sólo por los paisajes merece la pena pagar la entrada. La historia es muy sencilla, de un chico, que vuelve de París al pueblo donde se crió para echarle una mano a su madre con el negocio familiar. Le acompaña una amiga con la que comparte piso y la que a su vez quiere retirarse a estudiar. Me encantó la sutileza en el retrato de las relaciones. Es un canto a la comunicación, a la honestidad, a la alegría que da volver a las cosas pequeñas, a la calma para saldar las cuentas pendientes. Y como esa reconciliación consigo mismo, con sus raíces, le va devolviendo la alegría de vivir, de amar.Me gustó mucho la interpretación de los protagonistas y de los aldeanos…maravillosos todos, que aportan además a la película el punto cómico para que sea un gustazo. Sencilla y perfecta. A mí me entraron ganas de hacer lo mismo que el prota. Irme a mi tierra un tiempo a vender miel por los pueblos.
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