El martes pasado, en el taller de guión, estuvimos trabajando con el texto de Belle Epoque. No teníamos ni idea de que Rafael Azcona había muerto hacía sólo unas horas. Estuvimos analizando algunas de sus magistrales secuencias, disfrutando con el tino de sus acotaciones y diálogos y admirando la (aparente) facilidad con la que se puede recrear un mundo sólo con unas cuantas frases, la naturalidad con la que sus personajes cobran vida en el papel... En el descanso de esa clase nos dieron la noticia de su muerte.
Vaya desde aquí nuestro pequeño homenaje anónimo, lleno de cariño y admiración por esa inmensa obra silenciosa que nos queda como referencia. Gracias Maestro.
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